Hambre de ti

El Amador ladra todo el día en mi cabeza. Me hago la típica pregunta de dinámica de autoconocimiento de colegio católico del estilo si se hunde un barco y puedes salvar a una sola persona... pero es ¿Y si me quedo sin sentido del gusto -una realidad incipiente- por cuál de los cuatro restantes cambiaría esta desgracia?

Me acuerdo de los vizio y de la pretensión aún no cumplida de comerme una caja grande sola, de los membrillos con sal o del dulce, recorro con la memoria los pasillos surtidos del supermercado y el puestucho pintoresco de las aceitunas de til til. El sandwich de carne con queso caliente del estadio español, de la confitería torres, las alemanas, la fuente alemana, el casino de una pega que dejé, y de los lugares que aún no visito.

Pienso en el tarro de cola cao, los media hora, en el queso condensado de las hamburguesas, en el cerdo agridulce medio crocante, el fondo de la alcachofa, las albóndigas, los plátanos fritos con canela, las avellanas europeas, la fideua, la empanada de ostiones con queso de tongoy, en fin, amores, sabores, don bouchon y esta fiebre maraca que me tiene el buen sentido anestesiado, aunque pensándolo bien, capaz que el problema sea el olfato o el propio cerebro.
Suficiente.